Vuelta a casa

En la última publicación me propuse escribir una nueva entrada el último lunes de cada mes. ¡Pues mal comienzo llevo!, porque hace ya un par de semanas que pasó el último lunes de julio… Pero, tengo excusa, o eso creo. Y es que las vacaciones no siempre suceden como habíamos planeado.

Hace exactamente una semana que volví a casa tras pasar quince días en mi ciudad natal con mi familia. En un principio, mi estancia en Albacete no se iba a extender más allá de la semana, pero un pequeño imprevisto me obligó a viajar antes de lo planeado y, finalmente, decidí alargarla unos días para poder estar con mi familia el día del cumpleaños de mi padre. Puesto que no me llevé mi ordenador, y que no tuve ni tiempo ni espacio para pararme a escribir con la tableta, me vi obligada a fallar a mi propósito de publicación mensual. ¡Y esa es mi pobre excusa! A partir de ahora, espero ser más fiel a mi propósito, ya que es algo que me despierta tremenda ilusión y satisfacción personal.

Aunque es necesario y agradable reencontrarse con la familia, el calor infernal de Albacete en verano me hizo desear volver al norte, donde ahora tengo mi hogar. Además, soy una persona muy introvertida e incluso tímida, me siento muy incómoda en reuniones sociales en las que hay muchos participantes, aunque se trate de mi propia familia: me molestan los ruidos fuertes, las voces estridentes y la densidad sonora. Últimamente estoy llegando a pensar que quizás sea un poco antisocial: disfruto mucho más de la soledad que de las reuniones sociales; prefiero estar realizando cualquier actividad que me produzca bienestar (leer, tocar el piano, cantar, ver una película o serie, hacer ganchillo, etc.) que salir a la calle y socializar, siempre y cuando no se trate de una salida al campo, en ese caso, ¡siempre estoy dispuesta!

Vaquitas y bueyes pastando

A veces pienso que debería forzarme un poco para realizar más actividades sociales, pero luego pienso que, con las personas cercanas con las que realmente me siento cómoda, nunca tengo que hacer ningún tipo de esfuerzo. Esta conclusión siempre me reconforta y me ayuda a aceptarme tal y como soy: soy introvertida, tímida y algo antisocial, y soy tremendamente feliz. 

Por lo tanto, debido a mi carácter (y al insoportable calor de Albacete, recordemos), he de admitir que tenía muchas ganas de regresar a mi casa, al pequeño paraíso en el que se ha convertido para mí este pequeño pueblo gallego; volver a la calma, al canto de los pájaros, al croar de las ranas, al olor a verde, al sonido del agua… Y a todo esto hay que añadirle que, desde que me mudé aquí y empecé con este proyecto, he ganado una libertad, una independencia y una autoestima que no había sentido nunca antes en mi vida. 

Visto así, ¿cómo no voy a sentir que este es mi hogar?

Gracias por leerme y hasta la próxima.

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