Los elementos de la música: melodía, ritmo y armonía

Supongo que en más de una ocasión os habréis preguntado cuáles son los elementos que logran que cada pieza musical sea única y por qué, a pesar de existir numerosas versiones de una misma canción, esta nunca se desfigura y siempre es reconocible. Pues bien, esto se debe a los tres elementos fundamentales que constituyen la música: la melodía, el ritmo y la armonía.

La melodía

En primer lugar, la melodía es aquello que cantamos, silbamos o tarareamos cuando se nos cuela una canción en la cabeza. Más técnicamente, la melodía es una sucesión ordenada e intencionada de sonidos a distintas alturas. ¿Qué quiere decir esto? Es muy sencillo: es una sucesión de sonidos porque estos se producen uno tras otro y no simultáneamente. En la melodía no suena más de un sonido a la vez, pues, si así fuera, estaríamos hablando de armonía. Es ordenada e intencionada porque los sonidos no son aleatorios, sino que el compositor los ha escogido así tras un proceso de reflexión. Incluso si se trata de una melodía improvisada, también es resultado de un proceso reflexivo, aunque este se produce a mayor velocidad. Por último, estos sonidos están a distintas alturas porque se trata de notas diferentes, sonidos con distinta afinación. Si el sonido no cambiara, si fuera siempre el mismo, no habría melodía, sólo ritmo.

El ritmo

En segundo lugar, el ritmo es aquel elemento de la música que nos hace mover la cabeza, dar golpecitos con el pie, balancearnos o levantarnos de la silla y no poder dejar de bailar. El ritmo es aquello por lo que distinguimos el vals de la polca, el blues del swing, la cumbia del ballenato y el reguetón del pop. En términos musicales, el ritmo es una ordenación de sonidos en el tiempo que se ajusta a un patrón concreto. El ritmo está determinado por las figuras musicales, las cuales establecen la duración de las notas siguiendo una proporción de doble/mitad, es decir, cada figura vale el doble que la anterior y la mitad que la siguiente, valor que se representa gráficamente por dos símbolos, uno para el sonido y otro para el silencio. Estas figuras, de mayor a menor, son la redonda, la blanca, la negra, la corchea, la semicorchea, la fusa y la semifusa (también existen la garrapatea y la semigarrapatea, pero son menos utilizadas).


La armonía

Por último, la armonía, quizás el elemento más complejo de los tres, tiene lugar cuando escuchamos más de un sonido al mismo tiempo. Se puede entender como la estructura interna de la música, la visión vertical de esta, aquello que da sustento y mantenimiento a la pieza musical. Está formada por unos ladrillos llamados acordes, los cuales consisten en un conjunto de dos o más notas simultáneas y cuya naturaleza depende de la distancia que exista entre estas notas. Cada acorde tiene una sonoridad concreta, y es la sucesión de estas sonoridades lo que provoca sensación de estabilidad, reposo, tensión, relajación… y, en conjunto, es lo que logra que una pieza musical provoque unos sentimientos concretos en nosotros. El porqué de de estas sensaciones se debe a lo que llamamos armonía funcional, tema que dejaremos para otra entrada

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