La energía de los nuevos proyectos

¡Ya es primavera!
Con el buen tiempo, el canto de los pájaros, el sol, el cielo despejado, el color de las flores, el olor a primavera y los días largos, a mí me cambia el humor completamente. ¿A ti no? Además, me siento plenamente agradecida por vivir en un entorno natural que me permite disfrutar de esto con intensidad. Sólo tengo que elevar la vista y mirar por mi ventanal para deleitarme con el verdor cada vez más intenso del campo. Me encanta mirar los mismos árboles todos los días ver como los diminutos brotes son cada vez más grandes y más numerosos; cómo los cerezos tienen cada día más flores y cómo los magnolios rebosan una intensidad rosa que quita el aliento. 

En la carta de febrero, conté que el curso de dirección coral al que asistí me había dado la energía necesaria para seguir trabajando en un proyecto. Pues tengo la gran alegría de poder contar que… ¡ya es una realidad! ¡Al fin! Y el proyecto al que me refiero es, precisamente, la creación de un coro infantil. Siempre ha sido uno de mis mayores sueños a nivel profesional. Me imaginaba al frente de un grupito de niños, mirándome y cantando con sus dulces vocecitas, y no podía contener la emoción. Ahora puedo decir que es una realidad y que ¡tengo mi coro infantil!
Siempre me ha hecho mucha ilusión este proyecto porque considero que cantar en coro es la mejor actividad musical que pueden practicar los niños, no solo como una divertida forma de adentrarse en el maravilloso mundo de la música, sino como un un medio a través del cual desarrollar numerosas capacidades a nivel personal, de manera divertida y significativa. Cantando, los niños regulan sus emociones y calman su estado de ánimo. Al hacerlo en grupo, se generan lazos de compañerismo y amistad, fomentado el sentimiento de pertenencia a un grupo, la cooperación y la responsabilidad. Además, desarrollan la disciplina, el buen comportamiento y el respeto a unas normas establecidas y consensuadas por todos, las cuales respetan no por miedo a la sanción, sino por el beneficio de todo el grupo. Y todo esto, sin que ellos sean conscientes de ello: los niños sólo se dan cuenta de lo mucho que disfrutan.
Este proyecto, con el que empecé a trabajar hace más de un año, ha terminado por coger forma en menos de dos días. En el curso de dirección coral conocí el proyecto Ourencanto. Se trata de un encuentro de coros infantiles y juveniles a nivel de toda Galicia en el que más de cuatrocientos niños se juntan durante un fin de semana para cantar juntos, finalizando con un concierto de clausura. Cuando supe que se celebraba en abril, yo decidí que mis niños tenían que ir. El problema es que yo todavía no tenía coro. ¿Y qué podía hacer? Pues crear uno. Me armé de valor y escribí un mensaje a todas las mamás y papás hablándoles sobre el evento y sobre mi intención de llevar a los niños. Era martes. El jueves ya contaba con veinte niños y el viernes tuvimos el primer ensayo. No me lo podía creer. Lo primero que me fascinó fue que las mamás y papás me hicieran caso. ¡Están locos! Bendita locura. ¡Y así empezó! Ahora el coro cuenta con veinticinco niños, a Ourencanto van diecinueve y, tras ello, ya tenemos un concierto programado. La verdad es que sigo sin creérmelo. ¡Pero es real!

No es todo bonito y maravilloso. Controlar a veinte niños mientras disfrutan con lo que están haciendo, sin que se distraigan ni se arme un gallinero, encontrando el equilibrio entre la disciplina y la flexibilidad, para que se comporten al tiempo que se divierten, no es tarea fácil. Nada fácil. Pero la ilusión puede a la dificultad, y el trabajo incesante y las ganas de avanzar, son imparables.
¡Estoy deseando que esto avance! Os mantendré al día.

Otra cosa bonita que me está pasando y que quiero compartir es que me estoy reencontrando con el piano. Diréis, “¿qué? pero si es tu trabajo, te encuentra todos los días con él, vaya tontería”. Precisamente por eso, porque es mi trabajo, tocar el piano se había convertido para mí en una obligación. Hacía tiempo que no me sentaba a estudiar en condiciones. Tocaba a modo de introspección, cosa que sigo disfrutando mucho, pero no me sentaba a montar una pieza, a estudiar, a trabajarla como se debe hacer. Sin embargo, una alumna me pidió tocar juntas una obra a cuatro manos en el concierto de fin de curso, y no me ha quedado más remedio que estudiar. Pero, ¡me ha venido tan bien! Se trata de un arreglo precioso realizado por Kyunghoon del tango Por una cabeza, de Carlos Gardel. Nada más escucharlo, me enamoré profundamente y nos vi a mi alumna y a mí tocando juntas en el concierto de fin de curso, así que la elegí sin decirle nada. Cuando le di las partituras en clase, imaginaos mi sorpresa al ver la emoción en su cara al exclamar: “¡No me lo puedo creer! ¡Es justo la que te iba a pedir!”. Así que el destino decidió que toquemos esta obra. Para que podáis escucharla y deleitaros igual que lo hago yo, os dejo aquí el enlace al vídeo:

Y me alegra mucho decir que estoy disfrutando muchísimo al estudiarla. Con calma, poniendo todas las digitaciones (soy una obsesa de la digitación), con metrónomo, (porque sí, amigos, el metrónomo es muy útil, aunque todos lo hayamos odiado un poquito durante nuestra época de estudiantes y todos mis alumnos griten un “¡No, por favor, el metrónomo no!” cuando ven que lo saco de mi mochila). 
La cuestión es que el estudiar esta obra me ha reencontrado con el piano, y después de tanto tiempo, estoy disfrutando mucho el estudiar a conciencia y tengo una lista mental de obras que quiero estudiarme, por mero disfrute mío, pero estudiarlas bien.

Y entusiasmada con los próximos eventos, y sin nada más que contar, me despido. ¡Hasta la próxima!

Deja un comentario